Antes de entrar al retiro quería dejar de existir. Cuando entré poco a poco mi corazón se fue abriendo y se llenó de amor. Ahora doy gracias por cada nuevo día y las dificultades que siguen existiendo las afronto con confianza y paz interior. Nunca podré agradecer suficiente a mis hermanas de Emaús.

Cuando llegué al retiro llevaba mi corazón y mi vida hecha pedazos, sentía que Dios me había abandonado y que no me escuchaba, pero poco a poco con cada testimonio y cada cosa que viví allí fui encontrándome con Jesús. comprendí que el siempre a estado conmigo y todas las cargas que llevaba se hicieron más livianas porque el Señor no me suelta de su mano.